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Carestía hace pedazos los salarios en Nicaragua

En Nicaragua, una familia promedio llega a ser integrada por cinco personas y para hacerle frente a la carestía de la vida, necesitaría al menos contar con un salario que supere los 10 mil córdobas, señala un economista leonés consultado para este reporte. 

“Tenemos una canasta básica cara, un indicador inalcanzable para mucha gente en el país”, advierte. Hasta octubre reciente, una cesta básica nicaragüense, llegó a costar 19 mil 358 córdobas con 20 centavos. Y en vísperas de una temporada cara como Navidad y Año Nuevo, lo más probable es que siga subiendo, señala.   

“Al haber más circulante con el aguinaldo, empleos temporales, las cosas suben. Es inevitable. El problema que tenemos en el país es que las cosas suben pero no bajan. Entonces cada vez es más difícil para la clase trabajadora, el salario se deteriora cada mes”, crítica el experto que para evitar represalias, ha pedido hacer sus comentarios bajo identidad reservada. 

El salario promedio actual llegaría a duras penas a la recomendación del economista y el mínimo estaría muy por debajo. “Lastimosamente aquí la gente gana desde 6 a 8 mil córdobas. Hasta tres veces lo que puede costar la Canasta Básica, es imposible que el obrero o la trabajadora la compre, a eso hay que agregarse los pagos de servicios básicos, gastos de colegio para los niños, los imprevistos por enfermedad etcétera”, comentó el especialista de occidente.   

Pagos comprometidos 

Johana laboró cerca de diez años para el Ministerio de Salud, Minsa. Su último pago llegó a los 7 mil 500 córdobas con los últimos ajustes que el régimen anunció para los trabajadores del Estado en octubre pasado y que sería entre el 3% para los funcionarios que ganaban hasta 40 mil córdobas, del 5% los que  devengan entre 10 y 20 mil y 7%, para aquellos funcionarios que ganan menos y hasta los 10 mil córdobas. Johana se contaba entre los que integraban esta última franja salarial. 

Antes del aumento, Johana hacía de “tripas corazón” para que el salario cubriera su mes de gastos y  con el aumento, también. “Es que ese no es un aumento, ese 7% ya los trabajadores lo debían, aquí te suben el 7% pero el costo de la vida se ha disparado, 15 y hasta 20%. Esta persona que ganaba 7 mil 500, recibiría 525 córdobas más, lo que le quitan de IR y Seguridad Social le vienen quedando la mitad y esa mitad ya no compite con los altos costos de los alimentos. Es asfixiante la verdad”, dice el economista. 

“Ya el salario lo debía”, confirma Johana. “Para terminar el mes debía pedir prestado o fiar en la venta que a veces eso te salva, aunque la gente ya no quiere fiar porque temen que deje uno el país sin pagar. Hay muchos nervios con todo eso”, comparte Johana. “Cada mes, en vez de alegrarme por el paguito, mi vida se volvía un calvario; entre pagar los gastos de agua y luz, el arroz, frijoles y otros productos para comer en la casa. Al día siguiente se me iba todo el salario, es más, ni para la mejora alcanzaba”, contó. 

Johana tiene 48 años, es madre soltera y el único sostén de la casa y de sus tres hijos, dos de ellos son adolescentes. Ser jefa de hogar es una especie de patrón común que viven las mujeres en Nicaragua por el abandono de sus parejas. Un flagelo que se une a las dificultades de la competencia laboral del país. 

Nicaragua no es un país de “part time”. Las jornadas laborales inician a las 8:00 de la mañana y terminan a las 5:00 de la tarde, todos los días de lunes a viernes. Con el gobierno de Daniel Ortega, las jornadas semanales se han ampliado a seis días, porque el sábado, los trabajadores del Estado son obligados a asistir a actividades partidarias que no son remuneradas, pero que de no hacerlo, serían despedidos. Así que tampoco se puede trabajar en fin de semana.   

“Uno vive como esclavizado en estos trabajos del gobierno,  hay que estar disponibles las 24 horas y hasta los siete días, sin excusas”, confirma Johana. Recordó que muy frecuentemente, su jefe de área en el Minsa, les repetía que había que “obedecer y ser agradecido con el comandante Daniel (Ortega) y con la compañera Rosario (Murillo), por la oportunidad de tener un empleo”. Ello,  aunque integrara la última categoría salarial en la nómina, que haya estudiado para la plaza o que no trabajara para una finca de los Ortega-Murillo. 

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Salarios y sistema que enferman  

Pablo es hijo de un viejo militante leonés. Su papá murió y le heredó además de la vivienda donde viven, sus estudios de contabilidad y los ideales sandinistas. Cuando en 2007, Daniel Ortega regresó al poder, su papá esperaba que lo llamaran para ser parte de “la segunda revolución”. Eso no ocurrió y pasó esperando hasta que otro antiguo militante, logró al menos conseguirle una plaza de trabajo a su hijo.

Pablo se decepcionó rápido, pero la necesidad lo hizo mantenerse en la plaza. Fue ubicado en un área de transporte de la oficina departamental del  Ministerio de Educación, Mined. Entró ganando 7 mil córdobas y actualmente gana 9 mil.                    

Igual que Johana cuenta que pasa apuros con su salario. “No creo que haya un nica que en cada pago mensual, no sufra problemas de ansiedad y estrés. La verdad no da”, dice. Johana asegura que “los trabajadores del Estado viven endeudados, con préstamos y más préstamos porque el salario no les alcanza para cubrir todas las necesidades de su pequeño núcleo familiar”. Pablo señala que le pasa lo mismo. 

Ambos aseguran que el trabajo en el Estado, dejó de ser jornadas laborales donde uno llega “para ganarse el pan de cada día” para convertirse en un lugar de encierro, “es un lugar donde uno se siente atrapado, vigilado y amenazado”. “Uno llega a esas oficinas con miedo, entrás y no sabés si vas a salir, si vas a volver a tu casa. El nivel de estrés es alto, unido a la mala paga y otros malos tratos”, contó Pablo quien dice desconocer este sandinismo de ahora en Nicaragua.  “Creo que mi papá y mucha gente creía en otra cosa, no en esto”, se queja. 

Johana se cansó de vivir así. Vivió meses de frustración personal. Como enfermera entendía que salvar vidas era una prioridad sobre las ganancias, pero entendía que los niños no esperan esa explicación si tienen hambre o deben llevar tal o cual pedido al colegio. Se decepcionó de los sindicatos como la Federación de Trabajadores de la Salud, Fetsalud, que dice, dejó de defender a los trabajadores para “hacerle el lado al patrón”. “Vivimos con la soga al cuello y nadie hace o dice nada. Es un sistema que enferma”, admitió. 

Tras las masacres del régimen que llegaron a significar el asesinato de 355 manifestantes según los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH y la pesadilla del Covid-19, dónde el personal médico se llevó dias amargos, Johana pensó que en cuanto pudiera cambiaría de trabajo. Y renunció. Lo peor, todavía no le entregan su liquidación. “Me cansé de preguntar, no se si han decidido robarla o atrasarla es un castigo por renunciar”, criticó. 

Al exilio económico 

Johana no pudo encontrar otro trabajo, porque además, desde hace cinco años que inició la crisis social y política el país no crea nuevas plazas laborales, no hay inversión privada y los proyectos estatales no cuentan con financiamiento. 

En marzo de este año, el Banco Central de Nicaragua informó una reducción de nueve décimas en la tasa de desempleo, la que al término del 2002 fue  2,6% y que en 2021 en 3,5%. En números enteros, el informe estableció que 24 de cada 100 nicaragüenses, contaban con  un empleo formal, pero no dijo que el 76 restante, viven de la informalidad o el subempleo.

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Johana no tenía forma de integrar esos 76 para irse a la informalidad y sobrevivir, así que se anotó en otra lista; la de los 328.443 nicaragüenses que vienen migrando desde hace tres años. Estuvo primero en Costa Rica pero no logró mucho. Meses después voló a Panamá y aunque sí logró un trabajo de ingresos regulares solo fue temporal. De modo que optó por saltar a España. Se estableció en Sevilla y desde entonces envía dinero para que a sus hijos nada les falte en casa. 

Remesas oxigena a familias del país

Johana logra enviar un equivalente de 500 dólares cada mes para que a su madre a cargo de sus hijos, nada les falte. Una parte de lo que gana lo ahorra  para cuando le toque regresar a Nicaragua. Este mes, dijo que hizo el mejor envío de su vida dura como exiliada económica. “Mandé un poco más para el gasto de promoción de bachillerato de mi hijo mayor, la verdad estoy feliz y muy orgullosa”, contó. “Mi satisfacción es que estoy sacando adelante a mis hijos y ayudando a mi madre, sé que es duro, difícil, pero es lo que hay”, manifestó.  

Sobre el tema de las remesas, según el BCN, de enero a noviembre del 2022 Nicaragua recibió un total de US$3.224.9 millones. De ellos US$270.1 millones llegaron de España, el tercer país con mayor flujo de remesas provenientes de los nicaragüenses, después de Estados Unidos y Costa Rica.

Johana dice que su salario, ya no “está comprometido” como lo estuvo en Nicaragua. “No ya no pasa de mis manos a otras, lo que gano lo aprovecho y me queda para ahorrar algo, lástima que deba ser en otro país, lejos de mis hijos, de mi casa y de mi profesión”, se lamenta. 

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